Bueno.
Voy a contarte una breve historia.
Cuando tenía unos veintipocos, con un amigo, decidimos ir a trabajar una temporada de verano a una ciudad cercana, más o menos a 300 km de nuestra ciudad.
Supuestamente, allí, tendríamos más oportunidades, bueno, así lo veíamos nosotros.
Cosas del Pueblo que siempre se dicen:
Oh, fulano, hace temporadas en el sur y le va re bien.
Otras como el hijo o hija de… se fue a estudiar a la ciudad de… y ya es abogado, doctor, dentista, es una profesora excelente, es dueño de su propio negocio, etc., etc., etc.
Nosotros teníamos el pensamiento de que en otros lados, por causa de las oportunidades, conseguiríamos más dinero y más oportunidades.
Las cuales no estaban dentro de nuestro pueblo.
Nuestro pueblo no tenía muchos trabajos fuera de lo rural, o formaciones que realmente te preparen lo suficientemente bien para ganar dinero para vivir lo suficientemente bien.
Lo que nosotros queríamos era ganar dinero y poder ir de fiesta. Punto.
Hoy pienso diferente a la hora de salir de fiesta, me gustan y mucho.
Pero más me gusta ganar dinero.
Bueno, la cosa es que empezamos a trabajar, cada uno por su lado, dentro de un galpón de empaque, yo como embalador de frutas y mi amigo, en otro galpón como peón vario.
Ya trabajando, me hice un amigo, era muy parecido a Berugo Carámbula, pero con 20 kilos más y con unos 50 años más.
Los dos tomábamos cuenta de la parte que ningún embalador engreído y ambicioso quería tomar, la fruta de tercera en cajones de cuarta hecha por embaladores de primera.
Nosotros con Berugo, aparte de ser los mejores embaladores del galpón y de la zona, la pasábamos muy bien, hasta el punto de que no faltábamos a nuestro trabajo porque nos extrañábamos.
Compartíamos la comida del mediodía entre los cartones sentados y caramelos de dulce de leche como postre eran infaltables, obviamente nos sacábamos el cuero todo el día.
Bueno, cuando yo llevaba caramelos convidaba solo a él y a la romaneadora, era una morocha de 22 años, alta, linda mujer, era amable con nosotros, se unía a nuestros chistes, nos jodía con algún verso, me pedía que le enseñe a embalar.
Romaneador/a = Persona que lleva el control de los bultos creados por los embaladores dentro de un galpón de empaque.
Bueno, continúo.
Charlas van, charlas vienen, jodas acá, jodas allá, que la romanceadora solo convida caramelos por vos, viene a que le enseñes a embalar, etc., etc., etc. Eso me decía Berugo con sus 20 kilos más y sus 50 años.
Comencé a prestar atención y sí, era como él decía, no voy a decir que en esa época yo era el Leonardo DiCaprio lamarqueño, pero que tenía lo mío, vamos, lo tenía.
Pero mejor que eso, yo estaba en un buen momento, con trabajo, ganando medianamente bien, con tiempo, ganas, pero por sobre todo eso, confianza en mí mismo, tenía una confianza en mí, que me ayudaba a tomar decisiones rápidas, claras y a no ver los problemas, sino las soluciones.
Imagina que en esa época, ya había terminado mis estudios y por empezar la universidad, había comprado y vendido mi primer auto, ya había comprado y vendido gracias a ese auto, mi primera casa y gracias a esa primera casa había comprado mi segunda casa.
Estaba en un buen momento, me sentía pleno, estaba pleno, yo quería dinero para seguir invirtiendo y poder salir de fiestas. ¡Nada más!
La romaneadora o romanceadora, como más te guste, me invitó a una fiesta, acepté, mi amigo ya sabía de la historia, de los caramelos y las clases de embalaje que le daba, siempre le contaba cuando nos sentábamos a tomar mates al final de la tarde.
Le dije a mi amigo.
—me invitó a una fiesta, ¿vamos?
Vamos, me respondió. Ni la pensó.
Llegado el día,
No me recuerdo si era un viernes o un sábado.
La fiesta era en el salón de una escuela secundaria, empezó temprano, tipo 22 horas.
Entramos como dos campeones, nos fuimos a la barra que estaba hecha con los pupitres de las aulas, pedimos una cerveza y nos quedamos esperando y esperando y esperando.
Éramos, más o menos, unas 20 personas dentro, podías ver quién entraba y quién salía.
En uno de esos momentos inesperados entra la romaneadora de la mano con un tipo, vaya a saber si era su novio actual, su marido o su amante, no sé.
Lo único que dije fue.
—Ahí llegó de la mano con su novio.
Hubo un silencio.
Mi amigo me miró, puso cara de no entiendo nada y comenzó a reír por los nervios.
Yo comencé a reír también y le dije.
—Menos mal que no creo expectativas sin antes saber lo que necesito.
Bueno, la fiesta fue de puta madre, con mi amigo la pasamos re bien y nos volvimos para la casa tipo 3 de la mañana y la romaneadora ni un hola, ni un caramelo, ni nada.
Cuando llegamos a la casa, mi amigo aun hablando del tema me dice.
—Fredy, ¿cómo es posible que estés tan tranquilo sabiendo bien que fuiste por ella y ella llegó con otro?
—¿Si me hubiese pasado a mí? En tu lugar estaría destrozado, angustiado, estaría mal por la situación.
Mientras se agarraba la cara con las dos manos y se la estiraba para abajo con preocupación.
Mi reacción fue reírme y decirle.
—Mira, no te preocupes, estoy bien, no me afecta para nada. Estoy muy conforme conmigo y de lo que soy.
Aunque no era tan así, tenía dudas sobre otras cosas, pero en esta estaba muy seguro, seguro de que ella nunca fue mi objetivo.
El mío era ganar dinero y salir de fiesta, pero más, ganar dinero.
Agarré la guitarra y nos pusimos a cantar unas canciones de La Bersuit y olvidarnos del tema.
Le conté que desde muy chico vengo aceptando rechazos, toda mi vida, algo que él no sabía y que estos rechazos fueron mucho más agresivos que eso.
Me críe aceptando rechazos, es más, aun los tengo y ¿sabes qué?
Aún los acepto y los utilizo para mejorar día a día.
Y de verdad, doy las gracias por tenerlos.
Aprendí también que le dolió más a mi amigo que a mí, que esa noche no pasara nada con la romaneadora. Se preocupó por mí y se lo agradezco.
Esa noche aprendí muchas cosas, que a veces no podemos controlar lo externo, pero sí lo interno, muy importante controlar las emociones negativas sobre experiencias incómodas.
También me di cuenta de que es fundamental no mostrar necesidad ante una persona. Y a eso lo aplico a mis negocios.
La romaneadora me enseñó que, si tenes buen trato con las personas, sea la relación que tengas, y los haces sentir cómodos, ellos te lo retribuirán de alguna forma.
Si les ofreces una salida, un café, un servicio o producto y por qué no una cerveza, ellos te van a decir dos cosas:
Que SÍ aceptan,
Que NO aceptan, (Este es fundamental cuando enviamos un presupuesto a un cliente.)
En mi opinión, la cual no te interesa. Ser sincero, que tu mensaje sea claro y fácil de entender desde el inicio.
Esa temporada terminó, yo salí de fiesta y volví con dinero para seguir invirtiendo y pagar mi segunda casa.
Lo que sí, jamás le pregunté a mi amigo si logró superar esa pérdida.
Y nunca más supe de Berugo Carámbula.
Hoy vivo en Europa y esto me ocurrió en Fernandez Oro, Rio Negro, Argentina.
Mi pueblo es Lamarque, tierra de guerreros y cazadores.
Bueno, tengo una agencia.
En realidad no es una agencia, es una página web que funciona como agencia.
Se llama ABC Digital Estudio.
¿De qué va?
Voy a tratar de venderte algo.
Como por ejemplo:
Mis servicios o porque no un curso (que está en fase de elaboración y se llama PATADA EN LA FRENTE y que solo va a ser enviado por email para quien esté registrado aquí)
PD: Si tenés un negocio, no seas la romaneadora de esta historia y mucho menos mi amigo. No descuides a tus clientes, deja de preocuparte y ocupate de ellos.
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